domingo, 8 de agosto de 2010

Hotel Bahía, 411

-Perdone, ¿lleva un cigarro?

La mujer rebuscó unos segundos en su bolso y ofreció a la joven lo que pedía. Ella sonrió sinceramente y lo agradeció. Disfrutó unos instantes del momento y encendió el pitillo, succionando con júbilo la primera calada en mucho tiempo. Tras ello no le cupo duda de que aquel día estaba siendo inmejorable.

Sujetando una bolsa repleta de discos y vinilos recién comprados, ataviada con zapatillas blancas, elásticos negros y gafas de aviador, al mas puro estilo de los macarras de los 80's, Tara caminaba por la ancha avenida con aire arrogante y autosuficiente. Alzó la cara disfrutando de los rayos de sol de medio día mientras dejaba que la música que salía de sus auriculares la aislara del resto de los transeúntes que parecían extrañados de su ancha sonrisa y su aire dicharachero.

En algún punto de su paseo la avenida se abrió formando una plaza plagada de terrazas donde la gente reía y disfrutaba de una cerveza fresca bajo el calor del verano cerrado. En una de las terrazas reconoció una figura familiar ataviada de negro, recostada en soledad sobre el respaldo de su silla metálica y leyendo el periódico con aire distraído. Se bajó las gafas a la altura de la nariz y sonrió al reconocer a su colega. Tras dar una última calada y tirar el cigarro, se acercó a él.

-A los tiempos, Tara -saludó carente de emoción sin siquiera mirarla- Creía que me dejarías plantado.
-Yo tampoco pensaba que fueses a acudir, por eso me he entretenido un poco -respondió con una sonrisa, sentándose y colocando la bolsa de plástico en la silla que quedaba libre.

Guardó sus gafas en el bolso y rehizo la coleta con la que sujetaba su larga y ondulada melena castaña. La camarera se acercó rápidamente e igual de rápido se marchó tras apuntar el pedido de dos jarras de cerveza bien frías.

-¿Qué llevas ahí? -preguntó el joven observando la bolsa de Tara.
-Nada, unos caprichitos -respondió acercando su silla a la mesa-. Un par de Cd's de Heavy Metal. Allí donde yo vivo no hay tiendas de música.

El hombre dejó escapar una ligera risa entendiendo el tono sarcástico de la mujer.

La camarera volvió dejando delante de cada uno un enorme y dorado tanque de cerveza rubia. Los ojos de Tara chisporrotearon antes de que alzase su jarra y bebiese con el mismo ansia con el que se había fumado el cigarro. De reojo vislumbró a los dos hombres que comían en la mesa contigua a la suya. Un escuálido cura con sotana y alzacuellos y un monaguillo del doble de su tamaño con gafas y cara de pánfilo. La muchacha se divirtió observándolos. Llamó la atención de su colega, que bebía distraído mirando el periódico.

-¿Ves a esa parejita? -señaló con malicia-. Esos dos se dan duro en el confesionario por las noches.

Levantó cansinamente la vista de su periódico. En ese momento los dedos del cura tocaban intencionadamente los del monaguillo sobre la mesa, gesto que el más joven recibió apartando disimuladamente la mano, aunque no pudo evitar que pareciese que acabara de quemarse con un hierro candente. Tara miró hacia otro lado y rió.

-No deberías decirlo tan alto.

La mujer se encogió de hombros y bebió otro trago de cerveza.

-No puedo evitar hablar a voces cuando tengo a mi lado a un ministro de la iglesia.
-Tara, te están oyendo.
-¿Y? -preguntó entre extrañada y ofendida-. Ellos no paran de hablar de mí en sus putas misas.
-Que yo sepa nunca se ha nombrado en la Biblia a Inanna, ni a la Prostituta de Babilonia o cualquiera que sea el mote que uses ahora, Ishtar.
-Tsé, con otros nombres, pero lo hacen.

El joven negó con la cabeza, dobló el periódico y cruzó los dedos encima de la mesa mirando fijamente a Tara.

-Bueno, venga, cuéntame qué tramas. Nunca me llamas si no quieres algo de mí.

La joven sonrió y comenzó a explicarlo todo con pelos y señales.

-¿¡Te has vuelto loca!?
-Pensé que sería divertido -rió.
-¿Pensaste que sería divertido que el actual Papa intentase violar la momia de un monje capuchino en su visita a las catacumbas de Sicilia?
-El mundo sería mucho mejor si eso ocurriese, Luci.

Lucifer suspiró, miró un par de veces a Ishtar a punto de gritarle algo pero finalmente gruñó y sacó de su bolsillo un pergamino cuyo aspecto vetusto no concordaba en lo más mínimo con la escena o vestimenta de los interlocutores. Se lo tendió a la joven.

-Firma.

Ishtar sonrió. Sacó un punzón de plata de su bolso y se pinchó la yema de un dedo. La sangre cayó en el papel, que se la tragó inmediatamente dejando en su lugar una bonita rúbrica. Lucifer hizo lo mismo.

-Ahí tienes tu puta licencia -masculló bebiendo de trago lo que quedaba en su jarra-. No se por qué coño te consiento siempre todos tus caprichitos.
-Por lo mismo que los has estado consintiendo todo este tiempo -respondió la joven levantándose de su silla y besando la mejilla de su compañero-. Por cierto...

Antes de irse sacó un papel de su bolso y lo dejó encima de la mesa. El joven lo examinó.

-¿Qué es?
-La dirección y número de habitación del hotel en el que me hospedo esta noche -explicó con total naturalidad-. Trae esposas. Y lubricante, mucho lubricante.

3 comentarios:

  1. Esta buenisimO de verdad.
    Me encanta esa forma de redacción y wow
    El dialogo y ....
    ¡Dios! siguelo.¿ Sigue ?

    Bueno Saluditos
    Muy bueno.

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  2. Ya te dije en el anterior microrelato que deberias continuar alguna historia, no te digo que la publiques, guardatela para ti si quieres, aunque a este no le veo capitulo dos : P, y simplemente el hecho de que hayas podido crear una microhistoria con tan poco texto a mi me vale para decir que me gusta : ).

    Que se de bien por allí, si no has vuelto ya claro! : )

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  3. Para cuando la siguiente actualizacion? :3

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